El Escorial de los mares
Un homenaje al que fuera el buque de guerra a vela más bello e imponente de la historia.
El diseño
Vemos la nave por la popa, con el macizo de balconadas y su marco de ornatos sobre el espejo y los guarda timones. Esta parte del buque se remata por tres faroles que se alzan sobre el coronamiento de la toldilla. Se observa así también la poderosa arboladura, con su formidable longitud y compendio de jarcias. Desde la perspectiva sugerida, se dejan entrever, asimismo, las partes posteriores de las amuras de obra muerta de babor y estribor con los diferentes puentes de troneras.
la poderosa arboladura, con su formidable longitud y compendio de jarcias. Desde la perspectiva sugerida, se dejan entrever, asimismo, las partes posteriores de las amuras de obra muerta de babor y estribor con los diferentes puentes de troneras.
La estela de popa en la mar tiene una curiosa silueta que, lejos de resultar un capricho, hace referencia al apodo con el que esta nave se terminóconociendo. No es otro que “El Escorial de los Mares” debido a su inconmensurable grandeza.
Por esa razón se dibuja el contorno arquitectónico del complejo, cumbre del Renacimiento Hispano y octava maravilla del mundo, desde el que Felipe II regía los designios del Mundo.
El contexto
Para entender la esencia de este navío y todo el imaginario que su sola mención despierta, hay que contextualizarse en la geopolítica del Imperio Español en el siglo XVIII. A partir del segundo tercio de la centuria, España había regenerado sus estructuras administrativas (este cambio empezó con el último Habsburgo, Carlos II).
Se tenía la vocación de conservar, para después engrandecer el comercio ultramarino. Para llevar a cabo esta máxima, el trabajo recaía en robustecer los medios y dotación de la Real Armada.
Por ello la Corona incentivó la llegada y la formación de ingenieros y técnicos, así como el posicionamiento de arsenales y escuelas de guardias marinas.
En ese marco se encuentra la construcción de un buque como el Trinidad: el barco, con una real orden de la Corona, comenzó su construcción en 1767, como se ha comentado, dentro de un ambicioso plan reformista que venía gestándose desde hacía más de medio siglo antes.
``El Santísima Trinidad fue el barco más impresionante de la época, el de mayor porte, el más artillado, y su robusto casco de caoba le permitió soportar duros castigos sin darse por vencido``
Construcción
El padre de la nave fue un irlandés nacionalizado castellano: Matteo Mullan. Un ingeniero de ribera que, junto a otros expertos ingleses, llegó a España de la mano de una insigne figura como fue la de Jorge Juan.
Mullan fue primero destinado a Cádiz y, desde allí, se le dio traslado a los reales astilleros de La Habana. Una vez allí, al poco de comenzar la colocación de la quilla, cuadernas, codaste y tener la roda labrada; el ingeniero falleció a causa del vómito negro.
Siguió el proceso de construcción su hijo y, dos años más tarde, en el mes de marzo, el Trinidad se botó con sus 60 metros de eslora y 2.466 toneladas, habiendo soportado en gradas un fortísimo huracán que destrozó gran parte de la isla y notables efectivos navales del propio astillero ultramarino.
Costó la cifra de 400.000 pesos, una fortuna de la época, pero gasto habitual para una potencia como España. Cabe destacar que salió luciendo 116 bocas de fuego y que su casco y cubiertas eran de caoba, lo que redundó en la extraordinaria fortaleza que mostró a lo largo de su vida útil. Su dotación humana, en tiempo de paz, era de 850 hombres.
Trayectoria
Desde El Caribe el barco partió a El Ferrol, donde se le procuró corregir ciertos problemas de balance y escora. Seguidamente navegó a Cádiz para comenzar su carrera en defensa de la Monarquía Hispánica.
Sus primeras actividades se desarrollaron de forma sobresaliente en aguas de El Canal y en el Estrecho de Gibraltar, teatro de operaciones adscrito a la Guerra de Independencia de las 13 Colonias. Asimismo, participó en la famosa captura de un convoy británico formado por cincuenta y dos naves que tenían como rumbo las Indias Occidentales.
Tras esta acción y una nueva reforma en la que sumó diez obuses de veinticuatro libras, participó en la batalla de el Cabo Espartel.
Después de un combate aciago como fue el de San Vicente en el que debido a la mala planificación táctica del Almirante José de Cordova, el Trinidad volvió a someterse a reforma en 1797. La merecida recompensa para el buque, después de soportar el cerco de más de tres naves británicas, a punto haber estado de caer prisionero de no ser por la rápida actuación del navío Pelayo y su capitán Cayetano Valdés.
Su esplendor
Así, se tomó la decisión de que participaran en su reconstrucción los mejores ingenieros del momento, Romero de Landa, entre ellos. Al término de la reparación, ya montaba sus míticas ciento cuarenta bocas de fuego. Gozaba entonces de más altura en sus palos trinquete y mayor, se le remozó el castillo y el alcázar, se le ensanchó la manga sesenta centímetros y se procedió, asimismo, a su calafateo y forro de cobre en la obra viva. El buque, que iba a pasar a la leyenda en Trafalgar, se acababa de transformar en El Escorial de los Mares.
Libros del Santísima Trinidad
Libros sobre el navío de línea más imponente, envidiado y bello de cuantos hubo a vela en la Edad Moderna.