La germinación de una gran aventura
Presentamos el segundo gran diseño que tributa las hazañas aéreas de la historia de España: la Escuadrilla Elcano.
La crónica de esta gesta nos retrotrae, al igual que la del mítico raid Plus Ultra, a 1926. Y es que fue el 5 de abril de aquel año cuando despegaron del aeródromo de Cuatro Vientos, en Madrid, los tres Breguet XIX con morro en dirección Manila, nada menos.
Dos años antes los capitanes al frente de esta aventura, a la sazón, Eduardo González -Gallarza, Joaquín Loriga y Rafael Martínez Estévez, junto a otro compañero de oficio, José Carrillo, que falleció mientras se ideaba el plan de viaje, presentaron su idea en la comandancia de aviación al general Soriano.
Su exposición giraba en derredor de hacer ver al resto de naciones el poder de la industria española, así como poner de manifiesto el puntal tecnológico que representaba la aviación militar. Pero también el hecho de volar hasta los confines de Oriente tenía sus razones: hacía apenas algo más de dos décadas que el archipiélago de Las Filipinas había dejado de ser español en una historia de prácticamente cuatro siglos. El tapiz cultural seguía siendo el mismo y miles de familias españolas y mestizas permanecían allí.
El vuelo, una aventura de película en la que no faltaban etapas de alto riesgo, tuvo un coste de 85.000 pesetas de aquella época.
El órgano de naves y pilotaje quedó de la siguiente manera:
El capitán Rafael Martínez Estévez, junto al mecánico Pedro Mariano Calvo, llevarían el Breguet Fernando de Magallanes; Joaquín Loriga y su adjunto, Eugenio Pérez, volarían en el López de Legazpi. Y Eduardo González-Gallarza y el práctico Joaquin Arozamena en el Juan Sebastián Elcano. Todos ellos se pusieron al mando de los tres aparatos destinados a coronar un nuevo raid y que, a tal efecto, estaban equipados con 450 CV de potencia.
El viaje
Ya en pleno vuelo, y en la etapa El Cairo – Bagdad, quedó el Fernando de Magallanes. Piloto y ayudante pasaron cinco días en pleno desierto de Jordania hasta que fue avistado por un piloto de la RAF británica. Entre tanto, los pilotos Loriga y Gallarza, continuaron el periplo para llegar el 24 de abril al aeródromo de Bien Hoa; a 25 kilómetros de Raigón, después de haber sostenido un promedio de 1.162,5 kilómetros por jornada de vuelo y cerca de 700 kilómetros por día de calendario, sobre un recorrido muy cercano a los 14.000. Un hito en toda regla. Pero había que seguir…
En el tramo que, aparentemente, se preveía sencillo y había de cubrir la ruta Saigon – Vink – Hanio – Macao (un radio de 2.100 kilómetros), los aventureros sufrieron el azote de una nube de mosquitos, lo que les ocasionó severas averías que, sumadas a otras adversidades, terminaron por fatigar el motor del Breguet Juan Sebastián Elcano, que se quedó en la costa meridional china: en Tien Pack. En este punto se tomó una decisión crucial:
Dado que la llegada del Monzón era inmediata, Loriga y Gallarza continuaron juntos el viaje, quedándose los mecánicos en tierra y poniendo a prueba el último de los Breguet para culminar la gesta. Pilotaría este último llevando a Loriga como observador jugándoselo todo a una carta.
Así las cosas, volaron el día 11 desde Macao a Aparri, en la isla de Luzón, y desde allí, por fin, a Manila donde llegaron un 13 de mayo.
Al llegar fueron escoltados en un acto de honor por doce cazas dela fuerza aérea estadounidense entre multitud de vítores y una más que plausible emoción del público asistente.
Los grandes raids por etapas exigían una dedicación permanente y minuciosa a las nece sidades del vuelo. Antes de iniciarse, los pilotos debían trazar, confirmar y solicitar autorizaciones, aprovisionamiento y personal altamente cualificado.
Sólo un Breguet XIX logró llegar a la perla de Oriente, pero los seis tripulantes regresaron a España firmando un viaje inolvidable para la historia.
Los héroes embarcaron en Manila el 31 de mayo para emprender navegación hacia España. Lo hicieron en un mercante que lucía, no por casualidad, el nombre de Legazpi en las amuras de proa. Legazpi: el conquistador de las islas Filipinas de su Rey, Felipe II, cincuenta años después de que las pudieran cartografiar Magallanes y Elcano en lo que resultaría la primera Circunnavegación al globo.
En el camino de vuelta invirtieron treinta y cinco días de travesía; cuatro menos que en el vuelo a Manila.
El diseño
Protagoniza nuestra creatividad una clara evocación al que ha sido uno de nuestros trabajos más señeros y queridos: el de la Primera Vuelta al Mundo de Juan Sebastián Elcano. Este eco se observa claramente en las dos esferas terrestres que confieren prestancia al teatro que soporta la composición.
Ante ambas esferas, y como no podía ser de otra manera, hemos colocado la nave protagonista de la hazaña: el biplano Breguet XIX.
Cierra la composición el aerodinamismo que flanquea el contorno de las esferas con unas joviales alas en escalera, que invitan a pensar en el irrefrenable deseo de superación industrial de aquellos años, en donde la tecnología y el diseño se dieron la mano en corrientes artísticas como el Art-Déco y sus derivados estilo Streamline moderne.
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